Nos hemos acostumbrado a
negar el derecho a la existencia pública a aquellas personas que no encajan en
la normatividad constituida. Así es como, por ejemplo, sin ningún miramiento ni
consideración hemos cogido a las personas migradas y las hemos encerrado en
CIEs, a las personas con problemas de salud mental las hemos escondido en los
centros psiquiátricos, a la gente mayor las hemos llevado a residencias.
En la superficie solo se les permite estar a aquellos individuos que consiguen entrar dentro de los ajustados y excluyentes cánones que la normatividad impuesta ha generado como medio de control de los cuerpos y represión de la disidencia.
Así se instaura una sociedad elitista con miedo a diferir de la norma, que tiene pavor al cambio y que condena la diferencia a integrarse o a excluirse.
Los pilares de la vida en sociedad deberían ser la tolerancia, el respeto y la solidaridad, y a día de hoy, estos tres valores no son los que predominan.
Comentarios
Publicar un comentario